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El Blog de Manuela Trasobares

Pueden mirar a otro lado

Pueden mirar a otro lado

     Mis  imágenes del estamento clerical, Cristo o La Virgen siempre molestarán a quienes no practiquen mi religión: El Arte Transgresor. Sin embargo, para quienes me siguen, mis palabras son poesía y mis obras, venerables. Mi arte y mi filosofía son tan respetables como el cristianismo, el judaísmo o el budismo. El Trasobarismo es una corriente de pensamiento vitalista que ha revelado nuevas dimensiones personales a miles de jóvenes, a través de la comunicación artística. Al igual que el cristianismo en su momento, ponemos en tela de juicio la ética oficial para que avance la Historia.

     La libertad es consustancial a la labor creativa. Cualquier tentación de limitarla en base a prejuicio sociales, sentimentales o religiosos es una ñoñería peligrosa, irresponsable, que abre la puerta al integrismo o al control del arte por parte del poder, para que transmita el mensaje que le conviene. Son múltiples los ejemplos del arte dirigido a fomentar los valores del status quo, desde el teatro español del siglo XVII hasta el cine de Hollywood. Los sistemas de poder dominantes siempre han tratado de controlar al artista para que les respalde. Para ello tienen diversos medios de presión : el mecenazgo, la censura, los premios,  el reconocimiento o su falta, etc. El auténtico artista va contracorriente, arriesgándose a ser arrasado y exhorta a los que no se dejan llevar, para que le sigan río arriba,  al manantial de la vida.

     Ni siquiera las autoridades religiosas levantan la voz de alarma ante el arte supuestamente ofensivo para no dar cancha a los extremistas. Pero desde algunos sectores de la sociedad civil cunde el escándalo cuando algún artista de vanguardia basa su trabajo en la cuestión religiosa. Las acusaciones de pseudo-arte o de provocación gratuita en aras de la fama,  no merecen demasiada atención, pues provienen  de personas escasamente cultivadas. Con mayor fundamento se expresaba el profesor Navarro Valls en la tribuna libre de “El Mundo” el pasado 24 de setiembre al concluir su artículo con una recomendación del Tribunal de Derechos Humanos a los artistas para que utilicen la creación con responsabilidad y respeto a las religiones. Pero, en mi opinión, el Arte es una religión en sí mismo y cualquier manifestación religiosa ya es una ofensa al resto de credos. Para los judíos, por ejemplo, resulta molesto el símbolo de la cruz; los testigos de Jehová lo consideran pagano y ajeno al cristianismo. No por ello prohibiremos al resto de cristianos que lo exhiban.

     La Historia del Arte se ha escrito a través de la transgresión y ésta siempre ha comportado el peligro de rechazo y exclusión. A lo largo de mi carrera artística siempre me he situado en la frontera de lo establecido para atravesarla e investigar técnica, formal y temáticamente. Mis interpretaciones líricas tratan de romper el encorsetamiento de la línea de canto que se ha impuesto desde los años 60, para hallar la sonoridad vocal, expresiva y profunda que hacía vibrar a los grandes maestros del verismo y que brillaba hasta el fallecimiento de María Callas. Mi visión crítica de los símbolos religiosos no es un fin en sí misma, sinó un camino más en la búsqueda de mi propia expresión.

     Durante siglos la doctrina se valió de la creación artística  para difundirse; pero cometió un grave error de cálculo al no prever que la emancipación del creativo llegaría y, con ella, la plasmación de su propia visión, al margen de la impuesta por la fe oficial. Como artista he bebido en mi formación de las fuentes de la imaginería religiosa. Como niña soporté la represión moral de una educación basada en el catecismo. Como creadora y mujer comprometida con el avance social, reivindico mi derecho a expresar lo que siento, o, más bien, lo que me hicieron sentir los puritanos que ahora se crispan cuando arde mi arte.

1 comentario

Anónimo -

Eres más feo que tu arte...puaajj voy a potar!