Lacayo Lara y el culo del rey o el conflicto entre la dignidad y la vida
La determinación de Aminatu Aidar ha puesto de manifiesto, aún más si cabe, la falta de ideales que rige la política española y la sumisión de sus actores a la monarquía.
La solicitud de Cayo Lara para que el rey medie en el conflicto por la expulsión de Aminatu Aidar y la negativa del ejecutivo español ilustran la posición esperpéntica, contradictoria y desmañada que la izquierda oficial española mantiene en relación con la causa republicana y con el derecho a la autodeterminación de los pueblos.
Cayo Lara vuelve a mostrar su sumisión al sistema dando protagonismo y relevancia al monarca español, sin denunciar en ningún momento que él es precisamente el principal responsable del conflicto del Sáhara. Y justifica un gesto incomprensiblemente monárquico, para alguien que se proclama republicano, con el apremio de defender una vida en juego. Olvida que la vida que pretende defender antepone a ella misma su dignidad, su fidelidad al pueblo y a las ideas. Cayo hubiera hecho bien en unirse a Aminatu Aidar en su ayuno a ver si de este modo se le aclaraban las confusas ideas de su mente. Lo único que se demuestra reconociendo la autoridad de la monarquía y otorgándole un papel conciliador es que se está de su lado, que se es un peón más en su juego mediático y de poder.
La respuesta del Gobierno teatralizando la autoridad ejecutiva por encima de la Casa Real es una jugada perfectamente orquestada para que el monarca pueda lavarse las manos y el pueblo siga creyendo que su cargo es simplemente honorífico, para que continúe en la sombra su magnífica capacidad para mover los hilos del Reino, verdadero teatro de marionetas políticas que venden sus convicciones, si algún día las tuvieron, a los poderosos, a los banqueros, a los Grandes de España, en contradicción siempre con los intereses del pueblo. Baste como ejemplo bochornoso la estatua que el Ayuntamiento de Sevilla, gobernado por PSOE e IU ha erigido a la Duquesa de Alba, cuyos latifundios impiden la emancipación del campesinado andaluz y recibe, para más INRI, buena parte de las ayudas de la UE a la agricultura española. Y como no recordar el encarcelamiento de los líderes de la izquierda abertzale, crimen de Estado similar a la expulsión de Aminatu.
Resulta bochornoso que desde las posturas monárquicas se trate constantemente de presentar al rey como una figura política sin poder, atado constantemente a las decisiones del Gobierno. Si esto fuera cierto, ¿qué argumentos racionales se pueden aportar para justificar el dispendio que supone mantener un cargo simplemente decorativo? Lo cierto es que cualquier político español que quiera medrar no tiene más remedio que reconocer la autoridad del monarca o ser condenado al ostracismo mediático. Y no sólo cualquier político, sinó también cualquier partido. De ahí el contacto constante de los líderes de IU con la Zarzuela. Por otro lado la fuerza propagandíscita y el control mediático de la Casa Real es tan fuerte que diluye fácilmente la irracionalidad de su existencia, obligando a la clase política profesional a condescender con esta institución medieval.
El gobierno del PSOE y la monarquía están demostrando, durante el heroico ayuno de Aminatu, la misma cobardía, la misma falta de determinación, y la misma intención de nadar entre dos aguas que protagonizó el seis de Noviembre de 1975 el futuro rey de España. Postrado el dictador en el lecho de muerte, la responsabilidad de actuar contra Marruecos y mantener el Sáhara como un Protectorado español, a la espera de su emancipación como pueblo, recaía en la figura de Juan Carlos, quien cedió a las presiones marroquíes y estadounidenses con el fin de asegurarse su proclamación y que el conflicto africano no pudiera hacerla peligrar. El éxito de la Marcha Verde y la pérdida del Sáhara fue la moneda de cambio que pagó la monarquía española para granjearse el apoyo de los EEUU, Marruecos y, por ende, de la comunidad internacional, a sus aspiraciones al trono.
Aminatu Aidar no lucha por su supervivencia, sinó por su dignidad y la de su pueblo. Pero la gran mayoría de políticos españoles son incapaces de comprender tal postura, ya que ellos hacen todo lo contrario: perder la dignidad en aras de su supervivencia. El gobierno marroquí le concedió un puesto de alta funcionaria en la capital del Sahara con el fin de acallar su voz. Ella está dispuesta a perderlo todo para conservar su dignidad, menuda lección magistral de política. Me pregunto que si la FAES ha otorgado al rey de España un premio por su defensa de los valores democráticos, ¿cuál no sería el premio que merece esta política incorruptible? Tengo el inquietante presentimiento de que si monarcas, políticos, diplomáticos y demás sátrapas cristianos y musulmanes no se ponen manos a la obra a hacer el trabajo para el que se les paga, quizá el único premio que se lleve la heroína saharaui sea el del descanso eterno. Cuantas veces yo misma no pienso en el momento de recibirlo, harta de tanta corrupción e hipocresía públicas y de tanto consentimiento por parte del pueblo anestesiado. Ante el panorama político español, más desolador que el desierto del Sahara, a veces pienso que sólo vale la pena vivir para delatar a los que actúan en este sainete.
Prefiero morir metiendo el dedo en la llaga del Estado, antes que vivir lamiendo el culo real.
Publicado en: http://www.kaosenlared.net/noticia/lacayo-lara-rey-conflicto-entre-dignidad-vida
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